Los altísimos niveles de inversión productiva y de servicios que está logrando atraer la ciudad de Campana están marcando un antes y un después en la vida cotidiana. La participación mayor en negocios a escala global van modificando lentamente las pautas de consumo, el lenguaje, la transitabilidad, el medio ambiente, las relaciones interpersonales, entre otras.
Cuando uno recorre las empresas, las calles de la ciudad, los comercios, algunos barrios, los bares y restaurantes, las oficinas, percibe con claridad como se va modificando el contenido y las formas del lenguaje entre las personas. Se habla con más códigos, con lenguaje técnico, en menos tiempo, con más ritmo de ciudad grande y a escala global.
La diversificación socioeconómica está ampliando la utilización de palabras y frases que se incorporan día a día a nuestro diccionario cotidiano. Sigue siendo un lenguaje fabril, metalmecánico y químico en el ápice, pero con una base cada vez más amplia y diversa.
Las nuevas palabras y frases, de la mano de la diversificación de la economía, circulan por doquier. Los comercios han ampliado en forma considerable sus catálogos de productos y servicios. Hay más oferta y hay más demanda.
Estamos aprendiendo en forma veloz, tenemos que saber más cosas para competir, para interactuar con los demás, para comprender más rápido lo que ocurre, y el mundo del trabajo se está encargando de esta tarea.
La diversidad de consumo, los nuevos negocios, los nuevos residentes o visitantes que llenan los hoteles, el tránsito, todo está cambiando en forma vertiginosa. Los servicios públicos y privados usados hasta el límite de sus posibilidades. Toda una explosión que vino para quedarse un tiempo y modifica conductas y pautas culturales.
Pero claramente existe otra ciudad oculta. No todo lo que brilla es oro. En muchos hogares solo se come lo que algún plan social puede brindarle o lo que alguna iglesia puede ofrecerle. Es desigual la distribución del ingreso y persiste 1/3 de la población que no accede aún a superar las líneas de indigencia y pobreza. La manipulación mediática a veces la ilumina de esperanza, pero la realidad es que las cosas repercuten de una forma que pasa inadvertida en esta nueva ciudad dinámica. La inflación, la inseguridad y el acceso al trabajo con más dignidad continúan estando omnipresentes en la “otra ciudad”.
Un párrafo aparte es el debate ambiental. Si bien en una encuesta reciente realizada desde ODS queda clara la preocupación del 84% de la población sobre el tema, aún no se visualizan políticas contundentes al respecto.
Campana es otra. La consigna es la misma de siempre: “Lo que produce la ciudad debe reinvertirse en la ciudad en mejores servicios” y habría que agregarle que, la “mano invisible” del mercado, necesita de políticas públicas activas para achicar la brecha.
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